Me habían hablado bien del árbol de Navidad de la Redonda, de lo alto que era, las luces que tenía,… hasta el punto que decidí ir a verlo el pasado día 24 por la tarde y me sorprendió lo fácil que es fascinar a algunas personas con algo tan esperpéntico como la plantá, dentro de la fuente, de un andamio de Navidad con cuatro luces. Todavía aturdido y deslumbrado ante tanta belleza decidí poner rumbo hacia la Catedral por si me encontraba con algo más ilustrativo, y de camino me iba cruzando con cientos de adolescentes y adolescentas, todas clónicas: diez centímetros de tacón, medias negras, diez centímetros de falda, abrigo negro, tubo de cubata en la mano derecha y bolsa con ron o ginebra o cola o cubitos en la izquierda, o viceversa, que fueron acampando en Alfonso X donde montaron un botellón en toda regla en un instante. Paseaba la policía por la zona y un camión pequeño de la empresa de limpieza aguardaba a que el festín alcohólico terminara para dejar la zona decente otra vez.
Cuatro días más tarde aparecía en primera página de La Verdad que una juez había admitido a trámite una querella contra cuatro ediles municipales por delitos continuados contra el medio ambiente, prevaricación y omisión del deber de perseguir delitos en relación con el ruido en Alfonso X.
Y es que la estampa que presenta la ciudad en esta zona y alguna otra más es grotesca, grosera, repugnante, sucia, maloliente, insana, ilegal a todas luces, diga la ordenanza lo que diga, y atenta contra algo tan sencillo como el sentido común y el buen gusto.
Además del ruido, que no deja descansar a los vecinos, y la suciedad que generan, que nos afecta a todos, hay algo mucho más importante y que las mentes pensantes municipales no tienen en cuenta antes de autorizar o consentir estos eventos y es el impacto que estas turbas pueden producir en los menores que se ven obligados a verlos día tras día caminando entre cientos de mayores bebiendo, fumando, gritando para poder comunicarse, meando por aquí y por allá, ensuciando la vía pública y haciendo mal uso del mobiliario urbano. Luego tú les explicas en casa o en la escuela que es malo beber alcohol, fumar, tirar papeles o cristales al suelo, y que después de hacer pipí hay que tirar de la cadena y lavarse las manos. A los ediles, en las entregas de premios a escolares por este o aquel concurso, se les llena la boca hablando de la ley de protección de la Infancia, de los Derechos del niño y de la niña, (que dicho así parece que fueran más), que serán los hombres y mujeres de mañana, y bla, bla, bla, pero a la hora de la verdad: pum catapum chimpum. Es decir na de na. Ya legislan ellos para que la ordenanza sea interpretable o lo debidamente confusa para que todo quede en nada.
Por tanto amigo del edificio Santa Ana, no te hagas muchas ilusiones y piensa que la noticia salió el día 28 y puede que se trate de una inocentada. En cualquier caso, suerte porque tu suerte redundará en beneficio para Murcia y para todos los murcianos.
Este artículo fue publicado el día 7 de enero de 2.016 en el diario La Verdad de Murcia
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