¿Tenemos lo que nos merecemos?

Escrito por 9 julio 2016 0 1

Como cada año, el Ministerio de Sanidad convoca oposiciones para cubrir unas diez mil plazas de médicos internos residentes, los conocidos M.I.R.

Acabada la prueba y valorados los expedientes académicos de cada uno, se publica una relación en la que el número uno tiene la máxima nota, pongamos un 9,987 y el último está por el cinco y poco.

Aunque la casuística es amplia y te puedes encontrar con opciones pintorescas, lo normal es que los mejores elijan las especialidades más atractivas por su dificultad y su reconocimiento social o también por razones de cercanía, familiares, etc. Y así te aseguras, casi totalmente, que los mejores de cada año vayan a las especialidades que entrañan una mayor dificultad y exigen como contrapartida una mejor preparación.

Ahora imagínese usted, amigo lector, que el día que se adjudican las plazas en el salón de actos del  Ministerio, el número uno de la promoción que tiene el 9,987 citado, pide la plaza de Cirugía Cardiovascular del Gregorio Marañón, de Madrid y se levanta una pareja y le dicen al presidente del tribunal que está haciendo el llamamiento: “Como yo tengo un 5,022 y mi pareja un 5,033 y ambos sumamos 10,055, reclamamos la plaza de Cirugía citada para nosotros. Después nos pondremos de acuerdo si yo opero los lunes, miércoles y viernes y ella el resto o hacemos uno los días pares y otro los impares”. Las risas se oirían en la Castellana aunque estuviera jugando el Madrid en ese momento, porque, si se consintieran estas prácticas, la calidad de la sanidad caería en picado y perdería el prestigio merecido que tiene.

Los políticos se han presentado por segunda vez en poco  tiempo a unas oposiciones cuyo tribunal examinador ha sido el pueblo español. Han alegado sus méritos y presentado sus propuestas y el pueblo, que cuando me interesa es sabio y cuando no me interesa es torpe, ha dicho claramente: “Gobierne usted”. Pero la ley impide que algo tan de cajón sea efectivo y la pareja del cinco “pelao” quiere  la plaza de cirujano cardiovascular del país.

Ahora las risas no se oyen en la Castellana. Han rebasado las fronteras y se oyen en toda Europa, aunque se esté jugando la final de la Copa.

¿Tenemos lo que nos merecemos? No. Yo creo que merecemos algo mejor de lo que tenemos. Dejen gobernar al más votado, instauren una segunda vuelta como en unos 20 estados europeos, premien con 50 o 60 estaños al más votado como en Grecia, pero que alguien haga algo pronto para evitar ser la risión del mundo civilizado.

Este comentario fue publicado en el diario La Verdad, de Murcia, el 11-7-2.016

 

 

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