La Laguna Salada

Escrito por 6 septiembre 2016 0 1

Imagino, amigo lector, que después de tantas noticias, manifestaciones, declaraciones y desmentidos, pancartas y contra pancartas, la dosis habitual de “y tú más” y alguna entrevista a la medida, estará usted saturado y sabrá que el Mar Menor tiene un problema. Sí como el Apolo, pero aquel se solucionó. También que habrá incrementado su vocabulario con términos como escorrentías, efluentes, desalobradora, salumueroducto, LIC, ZEPA, IBA, EDAR, tanques de tormenta, término éste seguido siempre de “que no existen” y sobre todo habrá advertido la nueva denominación que estos que están en política, que no políticos, dan al Mar Menor: ahora es la Laguna Salada, coloquialmente La Laguna. Acabarán pidiendo langostinos de La Laguna, mújol a la sal de la Laguna Salada (si quedan) y veraneando en La Manga de La Laguna. Todo muy cool.
Es cierto que el problema ha explotado ahora, pero viene de largo. Recuerdo, a finales de los 60, perder una chancla clavada en el fango que aún debe andar por allí pues no pude encontrarla. Pero éramos pocos, muy pocos. No había una conciencia medioambiental, ni estudios ni medios técnicos ni económicos como ahora. Tampoco había cultivos cerca. Desde nuestra pequeñez, creíamos que el mar, tan grande él, podía con todo. Un mar que maltratábamos, inconscientemente tal vez, dos meses y dejábamos descansar otros diez. Y la cosa funcionaba. Ahora son más, muchos más los que lo maltratan, y, aunque hay más estudios, más conciencia medioambiental, más recursos técnicos y económicos, más directrices europeas y nacionales para su protección (que luego no se cumplen), el Mar Menor, ese que ahora todo el mundo quiere y por el que casi todo el mundo llora, ese cuyo nombre no se atreven a pronunciar y del que nadie es culpable del mal o los males que le aquejan, está contaminado. Sus aguas y el aire sobre ellas.
¿Culpable?: El último que ha llegado: el agricultor. Ese héroe que hace meses había puesto a Murcia en el mapa, batía records de producción y exportación de verduras de primera calidad, ese que daba clases de ahorro y buena gestión del agua a israelitas y californianos, ahora es el malo. Malo, porque en su afán de regar sus productos, a falta de agua dulce, excava y profundiza cada vez más hasta encontrar lo que necesita: agua, salobre, pero agua, cuya salmuera hay que dejar en algún sitio.
¿Soluciones? El informe de la Universidad de Zaragoza sobre vertido cero recomienda alejar el problema con la construcción de un colector, valorado en más de 40 millones de euros, que conduzca los vertidos a un emisario ya existente que descarga en el Mar Mayor, para entendernos, y unos humedales que costarían otros 2 millones, sin contar mantenimientos ni gastos energéticos.
La máxima autoridad en materia de agua de la región, que se bañaría sin problemas en el Mar Menor, pero hoy no, mañana, que desconocía la existencia de pozos ilegales, los vertidos a la rambla, los estudios del Instituto Oceanográfico de San Pedro que lleva años avisando de lo que pasaría y de que el riesgo era inminente, que si necesitas 5.000 metros cúbicos para regar no lo puedes conseguir con 2.000, etc. lo soluciona mucho antes y más barato: tapona los tubos de salmuera que van a la rambla y muerto el perro se acabó la rabia. Como curar una diarrea poniendo un tapón en el trasero al enfermo. Eso sí: ofrece diálogo, mucho diálogo. Sus compañeros de partido se aplauden cuando el líder acusa a “los otros” del problema. Hasta se vislumbra como solución parcial el agua de las desaladoras zapateriles, cuyo coste han abaratado. Pero nadie, nadie, nadie pronuncia las palabras prohibidas: Trasvase del Ebro. La pancarta con el lema “Agua para todos” hace tiempo que duerme por algún almacén. Y es que el lema debería ser: “Todos mienten sobre el agua”: la dulce y la salá, la de la Huerta y la del Mar. De haber tenido agua dulce para regar nada de esto habría pasado.
Es el peaje que hay que pagar. Es el precio de la mediocridad. Un precio demasiado caro.
Pero seamos positivos: ahora Feria y toros, Moros y Cristianos, comida y ruido, pan y circo.
PD.- En el tiempo que ha tardado usted en leer este comentario, el Ebro ha tirado al mar agua como para que todos los habitantes de la Región de Murcia pudiéramos beber durante 36 días.

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Este comentario fue publicado en el diario La Verdad, de Murcia el 9-9-2.016

 

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