Veraneando hasta el amanecer

Escrito por 24 agosto 2017 0 0

No soy lo que se dice un amante de la playa. A los más de doscientos kilómetros que hay que hacer para ir y volver, añada usted el abastecimiento doméstico, el cambio de algún electrodoméstico que ha dejado de funcionar, los grifos llenos de cal, las colas, la masificación en supermercados, heladerías, restaurantes, gasolineras, la grava de la playa, la sobre plantación de sombrillas, el estado de las aguas y el calor que te obliga a dormir en la terraza o con las ventanas abiertas de par en par, circunstancias que les prometo no van a variar la objetividad de este comentario, cuyos términos les puedo demostrar fehacientemente.

Por si lo anterior fuese poco o no suficiente, si había usted pensado desconectar del móvil e incluso no madrugar durante unos días, el Ayuntamiento de esa localidad murciana, que siempre vela por nosotros, le manda un tractor a su ventana a las cuatro y media o a las siete de la mañana que arrullará sus sueños con una serenata en re sostenido mayor. Sí, un tractor de grandes dimensiones que, utilizando una velocidad corta, recoge las algas y mediante un faldón trasero, empieza a alisar, que no a limpiar, la arena, pasando una media de diez o doce veces junto a la ventana o terraza de su vivienda para que eso de ir a la playa a descansar pase a ser una película de ciencia ficción. Si al menos la limpiara podríamos aplicarle algún atenuante, pero no, se trata de darle un aspecto de playa caribeña cuya arena el mar se encarga de alisar. Aquí como el agua no sube a la arena, pues te mandan un tractor. Todo sea por la estética. Las bolsas y vasos de plástico, las colillas y algún objeto infantil olvidado la tarde anterior, aparecen por la mañana tapados por una fina capa de arena, hasta que un par de empleados de la limpieza, a pie, portando bolsas de plástico de gran tamaño recogen lo que ha quedado a la vista.

Y por si usted ha tenido la suerte de retomar el sueño después del concierto tractoriano, (suponiendo que no se hayan despertado los pequeños de la casa, en cuyo caso está perdido)  un par de horas más tarde hace su aparición por el paseo un camión mediano con una motobomba, cuyos decibelios no me he molestado en medir, pero muchos, y se pone a extraer los residuos  y a limpiar por fuera el váter portátil que hay en la arena.

No todos los días, seamos honestos, el Ayuntamiento le premia con un “servicio completo” y a las seis y media de la mañana le envía a un señor con un soplador de hojas y una máquina barredera que pasan dos veces por delante de su ventana.

Los vecinos, indignados, dicen haber denunciado esta situación ante el Ayuntamiento pero, una de dos, o no lo han hecho y todo es una pataleta pasajera o lo han hecho y el Consistorio no les hace el menor caso.

Y tú, en tu ignorancia te preguntas: ¿Por qué se invierte tiempo y dinero en alisar las pisadas de la arena si a las dos horas está como la noche anterior? ¿Es que no se puede empezar a limpiar más tarde? ¿Por qué no sustituyen el váter sucio por uno limpio con una pequeña grúa que no hace ruido y que lo limpien en dependencias municipales a fondo y sin molestar a nadie?

Qué más da el lugar. Puede que esto pase en más de un sitio. Yo sólo trataba de decir por qué no me gusta la playa.

Este comentario fue publicado en el diario «La verdad» de Murcia el 24-8-2.017

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