Estaba concentrado en la lectura cuando entraron en la sala de espera dos personas, por la forma de hablar, no españolas, diciendo: “y se ahorra 100 euros. Tú dile que como son 800 de sueldo y 200 de seguridad social que te dé 900 y no te haga contrato…. Le confirmaba que algunas conocidas estaban así y al final, la que sabía, ante la reticencia de la primera, le explicó que la tarjeta médica no dependía del contrato porque ella la tenía sin estar contratada, y su marido, que no tenía papeles, también. Al rato se marcharon con los 100 euros de ahorro otra vez como tema de conversación.
Desconozco si esto es una práctica habitual, o un hecho aislado, si representa un 1, un 18 o un 52’73 %. Pero algo hay. Tampoco sé si el Gobierno dedica más o menos recursos a la investigación de este fraude en el hogar, no siempre achacable al que contrata, o si está en otras cosas más importantes. Pero lo que sí sé es que, como decía mi buen amigo Blas: “aquí el más tonto hace relojes”. Conocen todos los recovecos legales, todas las ayudas, hasta dónde llega la laxitud policial en lo que a deportaciones se refiere, y mucho más. Luego demandan una sanidad universal, que ojalá pudiera ser, pero las cuentas no salen.
No estoy en contra de la sanidad universal. ¿Quién va a estar en contra de que algo bueno llegue a todos? Lo que no entiendo es una sanidad universal sin una contribución universal, sin una planificación previa, real y justa, en la que los competentes en el tema vayan por delante, y no por detrás poniendo parches, marcando cupos, controlando al que llega, y mientras se regulariza su situación, sea por devolución, ayuda para seguir a sus destinos o permanecer con nosotros, sean tutelados por el Estado. Un Estado valiente que no admita a nadie a quien no pueda dar una atención digna. No vale llenar los centros de acogida y cuando no caben más abrir la puerta y… allá os lo busquéis.
A nivel interno, tampoco concibo que los usuarios de cualquier servicio público (sanidad y educación por ejemplo) tengamos 24 o 25 derechos y 5 o 6 deberes, tal como se lee en los carteles anunciadores en los hospitales.
Esta dinámica pícara y exigente a la vez es inviable. No contribuyo y demando derechos. Exijo derechos, con malas maneras en muchos casos. No me salen las cuentas. Y es que todos debemos contribuir para evitar envidias, recelos, fobias y desigualdades: con deducciones de nuestros ingresos o con trabajos para la comunidad controlados por la Administración, sacándolos de la mendicidad, los cajeros dormitorio, los aparcamientos,… y evitando los abusos de particulares que se aprovechan de su situación irregular.
Este comentario fue publicado en el diario La Verdad, de Murcia, el 26-5-18
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