Al señor López Obrador le han bastado tres meses para resucitar la leyenda negra que asignaron a España hace quinientos años, corregida y ampliada por ingleses, holandeses y otros países protestantes enemigos viscerales de la España del siglo XVI, los cuales tienen mucho que callar en cuanto a sus colonizaciones se refiere, que veían con malos ojos el prestigio y el dominio mundial del Imperio Español de los Austrias, y ha pedido al Papa y al rey que pidan perdón por los desmanes de entonces. Según algunos medios, la idea de iniciar un proceso de reconciliación ya se había tratado durante la visita de Pedro Sánchez a finales de enero, como si México y España estuvieran divorciados personal o institucionalmente, tema éste que no me extraña pues en eso de resucitar fantasmas del pasado, el señor Sánchez es un experto consumado. En cualquier caso pedir perdón por algo que ocurrió en el pasado muy lejano nos haría entrar en una dinámica inacabable de pedidas de perdón a los invasores a lo largo de la Historia, y no va a solucionar los verdaderos problemas que tiene nuestro país hermano: un desigual reparto de la riqueza, el tercer país con mayor índice de criminalidad en una lista de casi 200 con 90 asesinatos diarios, secuestros, estudiantes que desaparecen por decenas, una educación superior casi inaccesible, un urbanismo salvaje sin servicios mínimos donde la suciedad discurre por el centro de la calle, etc. Por otra parte, en el lado positivo, también encabeza la lista de países con una agricultura y ganadería muy importante, el petróleo, el turismo, etc.
El hecho de que la lengua oficial sea el español, el cual manejan con ese gracejo inconfundible y con un vocabulario más rico que el que usamos nosotros, y 67 lenguas indígenas más y que se hablen casi 300 idiomas, indica, a mi entender, que la limpieza étnica, el genocidio de que se nos acusa debió ser bastante chapucero. La fisonomía no deja lugar a dudas. El mestizaje es evidente, algo que otras potencias colonizadoras no pueden demostrar, no hay más que ver una del oeste, sin embargo no tienen su leyenda negra.
Los que tenemos una edad sabemos lo que ocurre en cualquier guerra. No nos quedemos con la injusticia puntual, con el cabreo de éste o aquel y miremos el todo. Verán como más que pedir perdón bastaría con una mirada sincera, una sonrisa, un apretón de manos y un fuerte abrazo. Todo perdonado.
Este comentario fue publicado en el diario La Verdad, de Murcia, el 29-3-19.
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