A lo largo de los tiempos, el adjetivo “mágica” se ha venido aplicando a fenómenos inexplicables, dado el desconocimiento científico de la época, a cuentos infantiles donde las hadas hacían y deshacían a su antojo, parques temáticos, composiciones musicales, edificios singulares y situaciones con un matiz fantástico, extraordinario, misterioso o sobrenatural. Así por ejemplo conocemos la varita mágica, la Flauta mágica, la Isla mágica, la Caja mágica, etc.
Ahora, tras las declaraciones de los testigos propuestos por las defensas de los acusados por el referéndum ilegal del primero de octubre en Cataluña, creo que es de justicia aplicar este adjetivo a la urna que se utilizó en aquel pseudoreferéndum y calificarla como “la urna mágica”. Porque si tenemos en cuenta: primero, que policía de varios cuerpos no pudieron encontrarla y después, miles de personas, que permanecieron en la puerta de los colegios electorales desde las 6 de la mañana, – puerta única en muchos casos, lo que obligaba a pasar por allí sí o sí-, y no se marcharon hasta pasado el cierre de los mismos, defendiendo su derecho a votar sin importarles los derechos de los Mossos a cerrar los centros, y si , además, añadimos que en muchos casos las personas permanecieron toda la noche de dicho día durmiendo en el colegio, y nadie vio, en un alarde de amnesia colectiva sin precedentes, cómo, ni cuándo, ni por dónde, ni quién llevó la urna al colegio, la cual debió aparecer por generación espontánea, no exageraríamos si calificáramos esta situación como sobrenatural o misteriosa, por lo que la denominación de urna mágica es más que merecida.
¡Qué valientes estos fuenteovejunos del siglo veintiuno!
Este comentario fue publicado en el diario La Verdad, de Murcia, el 9 de mayo de 2.019
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