Casualmente, cada vez que hay elecciones grandes o pequeñas reaparecen, como una infección mal curada, asuntos relacionados con la Memoria Histórica. Va para catorce años de su entrada en vigor y nadie le fijó, como en otras leyes de más rango incluso, un presupuesto y un calendario para su implantación, extinción o caducidad, para no resucitar y utilizar partidistamente el tema cada vez que hace falta.
Se ha rebuscado y apurado tanto que los sabios encargados han aconsejado eliminar las calles y plazas destinadas a los almirantes Churruca, Gravina y Cervera, por franquistas. Esto, en un país normal, sería causa de dimisión fulminante. No, aquí no: he dicho “un país normal”.
El revuelo ha sido de tres pares y se han visto obligados a dar marcha atrás. Culpables: los otros. Las escusas, como en tantas otras ocasiones, no hacen más que empeorar el desaguisado inicial: que se iban a dedicar a oriundos, o a mujeres (por lo de la igualdad), o que se retiraban por ser el nombre de navíos que lucharon en el bando franquista. Y si las dos excusas primeras son entendibles, aunque Mallorca crece y siempre hay calles nuevas a las que darles nombres de oriundos u oriundas, la tercera es que te lo pone como a Felipe II.
A ver señor alcalde, si se retiran los nombres por pertenecer a barcos franquistas, debería usted empezar por quitar el nombre de las Islas, pues el crucero Baleares también fue un barco franquista con un historial demasiado triste para comentarlo aquí.
Ahora, también casualmente, el Gobierno ha destinado 665.000€ para trabajos de exhumación de restos de víctimas de la guerra civil.
Lo he dicho repetidas ocasiones: quiten lo que tengan que quitar y exhumen a quienes lo soliciten, pero ya. Dejen de jugar con los muertos.
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