En 2.006 entra en vigor la ley antitabaco. Una ley atrevida y polémica, revisada y reformada una decena de veces. Recientemente se llegó a un Documento de consenso con las Comunidades Autónomas. Un solucionario de dudas, que aclara, gracias a unas infografías, qué es un espacio al aire libre, entre otras cosas. Después de quince años, Sanidad prometió restringirla más, pero no ha aprovechado la situación de pandemia para hacerlo. La adicción provoca unos 60.000 muertos al año y, aunque el porcentaje de fumadores apenas ha bajado, coincidiremos en que se está mejor en espacios sin humos.
La ordenanza municipal sobre el consumo de bebidas alcohólicas es más clara: “queda prohibido el consumo de bebidas alcohólicas en las vías y espacios públicos”.
Ambas normas aluden reiteradamente a los artículos 42 y 43 de la Constitución, a la protección de la Salud, a un medio ambiente adecuado, a los informes de la OMS y Directivas europeas. Legislar es fácil, controlar el cumplimiento de la norma es difícil. Basta ver los botellones o dar un paseo por la Arrixaca, donde hasta los enfermos fuman, y no pasa nada.
Ahora las autoridades sanitarias han intentado obligar a usar la mascarilla, sin excepciones, y algunas Comunidades Autónomas se plantean prohibir fumar en la calle, como recomienda la Sociedad Española de Epidemiología, todo ello encaminado a reducir el riesgo de contagio, en ambos casos sin éxito. Es difícil beber o fumar con la mascarilla puesta, y esto te abre la puerta a no usarla. Es la excusa perfecta.
Prohibir fumar en espacios públicos sin flexibilizaciones, mientras la incidencia acumulada esté por encima de 20, sería una medida sanitaria tan eficaz como la vacunación o la mascarilla.
Puede que algunos dejen de fumar y quitaríamos a la atmósfera el humo de unas 70.000 toneladas de tabaco cada año.
Este comentario fue publicado en el diario La Verdad, de Murcia, el 17-5-2021
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