Existen pruebas fehacientes de que personas sin preparación académica, algunas de ellas un poco más de sumar, restar y escribir su nombre para firmar sin poner la huella, han sido capaces con su intuición y valentía de levantar empresas que, después mejoradas por sus descendientes, son hoy punteras en su sector incluso a nivel internacional. Es lo que yo llamo, no sé si apropiadamente, inteligencia natural.
Pero lo conveniente es que se tenga una preparación técnica y académica y unos conocimientos profundos de la actividad a la que te vas a dedicar, a ser posible aprendida desde la base, que la sientas como algo propio, que domines un par de idiomas, sin olvidar el tuyo para evitar decir en público que has “proponido” algo, que una cosa se podía “preveer”, que ocupamos el onceavo puesto entre los países avanzados o que vas a asistir al cuarenta congreso, porque cuadragésimo puede despistar a la audiencia.
Por eso, cuando pienso en el ministro de Cultura y Deporte, que superó a duras penas el bachillerato, y no pasó de primero las dos carreras que empezó, y me lo imagino presidiendo reuniones con académicos, historiadores, o con deportistas de élite, con la mente vacía de contenidos y ese ritmo que acompaña su cuerpo, me da no sé qué, y cuando escucho a la lideresa, que no ha pisado la universidad, diciendo que van a cambiar la Constitución para evitar bloqueos, tiemblo.
Tal vez sea por esto lo de eliminar pruebas selectivas o poder graduarte con asignaturas suspensas y otras comodidades. ¡Que nadie se quede atrás!
Que en otros partidos más de lo mismo. Pues sí. Que gente con carrera lo hace mal. Pues sí. Pero estas afirmaciones no hacen más que reconocer el problema. Por el bien de todos, no lo fiemos todo a la inteligencia natural.
Este comentario fue publicado en el diario La Verdad, de Murcia, el 2-8-2020
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