El pasado 21 de marzo entró en vigor la última actualización de la Ley sobre Tráfico, Circulación de Vehículos a Motor y Seguridad Vial. A lo largo del texto se alude a esto último decenas de veces y las sanciones –a los de siempre- se justifican en aras a la misma.
Me parece bien, aunque echo de menos saber lo que le cuesta a una bici o un patinete adelantar a un coche rozándole los retrovisores. Tampoco sabemos lo que le va a costar a las distintas administraciones con competencia en seguridad vial mantener las señales en mal estado, los pasos de peatones sin pintura, que muchas veces tienes que adivinarlos más que verlos.
Además de las tapas de alcantarillado y baches que te obligan a girar bruscamente para no romper una rueda en ellos, los resaltos sin pintar, los charcos en el mismo lugar año tras año cada vez que llueve o la instalación de rotondas enormes con salidas escasas, demasiado cercanas a las construcciones, que hacen que algunos coches se suban a la acera y se estrellen contra ellas.
La de Vera Meseguer, por ejemplo, inaugurada en octubre de 2005 para “dar más fluidez al tráfico y más seguridad a los conductores” ha conseguido, varias veces, que algunos rompan el pretil, invadan la acera y derriben parte de la fachada del bar El Alias. Si hay alguien en la terraza, hablaremos de muertos y, entonces, sí que desplazarán la redonda unos metros hacia El Palmar, la harán más pequeña o algo que evite los accidentes, pero ya será tarde.
Argumentan que los conductores van rápido, borrachos o fumados, pero cuando no estaba la rotonda no se metían con el coche en el bar. Es como poner una barandilla de 50 centímetros en un balcón y una señal en la puerta de acceso al mismo que diga: “Peligro barandilla baja”.
Este comentario fue publicado en el diario La Verdad, de Murcia, el 6-5-2022
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