Imagine que el domingo se juega el último partido de liga: Atlético contra Real Madrid, líder, y Barcelona, a siete puntos del líder, contra Girona a dos, y antes del partido el presidente del Barcelona da a entender que van a dejar que el Girona les gane con tal de que no sea campeón el Madrid. Imagine también las reacciones de socios, peñas, la Liga, la Federación…
Antes de las elecciones gallegas el PSOE veía bien que ganara votos el BNG para unirse con ellos con tal de que no gobernara el PP que, según Sánchez, estaba en caída libre. No le avergüenza ser la muleta de partidos independentistas porque en el fondo es lo que ha querido siempre: la España federal. ¿No recuerdan cuando sus discursos siempre acababan con esa coletilla? Después han justificado su estrategia y su fracaso con aquello de la búsqueda de liderazgos transversales que vayan más allá de la marca. Pero nadie se mueve. Siguen anestesiados. Hay que proteger al jefe y la nómina. Ahora todo se ve en clave autonómica. Apunten esta frase para las vascas y catalanas. Sólo Page se atreve un poco y es acusado de no sudar la camiseta: el único que gana por mayoría absoluta, a pesar de Sánchez. A falta de programas cómicos en televisión viene bien escuchar a unos y otros.
Ahora va a Marruecos. Cuando lo llaman. No se habla ni de Ceuta ni de Melilla, ni de la inmigración ilegal que no para, ni de narcolanchas, ni de competencia agrícola desleal ni, por supuesto, de las nuevas concesiones que iremos viendo. Para relajar, se habla de fútbol. Del Mundial que organizaremos con Portugal y Marruecos. Y desea que la final sea un Marruecos – España. Le faltó decir: en Casablanca y que gane Marruecos.
Este señor sí que tendría que sudar la camiseta.
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