El bombardeo electromagnético

Escrito por 12 enero 2018 0 0

Finales del siglo XIX. Investigando sobre el comportamiento de ciertos gases al ser sometidos a fuertes descargas eléctricas se descubre la existencia de unos rayos, invisibles al ojo humano, pero capaces de atravesar cuerpos opacos con mayor o menor dificultad. Habían nacido los rayos X, llamados así por ser esta letra la que se usa habitualmente como incógnita en las ecuaciones matemáticas, pues al principio no sabían lo que eran. Después han conservado ese nombre hasta la actualidad.
De naturaleza electromagnética, como los rayos gamma, los ultravioleta, la luz visible, los infrarrojos, las microondas, Wi-Fi, control remoto, radares, resonancias, medidores inteligentes, móviles, portátiles, inalámbricos, tabletas, televisión, ondas de radio, etc., los rayos X aplicados a la Medicina supusieron un avance sólo comparable con el descubrimiento de las vacunas, los antibióticos o el ADN. Todo médico que se preciara de serlo tenía en su consulta un aparato que le facilitaba el diagnóstico de enfermedades o dolencias especialmente de pulmón o del esqueleto. Hoy día son indispensables.
Aunque ya advirtieron de la peligrosidad de la radiación que los genera, tuvieron que pasar muchos años para que la comunidad científica admitiera sus riesgos para la salud: quemaduras en la piel, cataratas, esterilidad, cáncer, malformaciones fetales o la muerte lo han venido confirmando, y fijara unos máximos recomendables de exposición a ellos, como se hace con la exposición al sol y a los rayos UVA, radiaciones que puedes evitar poniéndote a la sombra o manteniéndote alejado de los hospitales.
Ahora estamos sometidos alegremente a nuevos tipos de radiación electromagnética global. Inevitable. De la que no puedes esconderte. Radiaciones capaces de atravesar muros de hormigón y las cabinas de acero inoxidable de los ascensores, (imaginen la dificultad que tendrán para atravesar nuestro cuerpo) llamadas no ionizantes, incapaces, dicen, de modificar el ADN, como las que hacen funcionar los teléfonos móviles.
En 2011, la OMS admite riesgos y los clasifica como “posible” carcinógeno para el ser humano. El mismo año el Comité de la UE de Medio Ambiente recomendaba encarecidamente: “Prohibir todos los teléfonos móviles, los sistemas wi- fi y redes WLAN de las clases así como los inalámbricos…”
La PSRAST (organización internacional de médicos y científicos para una aplicación responsable de la ciencia y la tecnología) en su informe afirma: “Existen una cantidad considerable de evidencias que demuestran, más allá de toda duda razonable, que la radiación de microondas de los teléfonos móviles y redes inalámbricas puede causar un aumento significativo del riesgo de sufrir tumores cerebrales. Además hay cada vez más pruebas que indican que provocan una alteración de la función cerebral, daño en los genes y otras alteraciones”
2015. El Comité Científico de la Comisión Europea afirma: “Los estudios… muestran un mayor riesgo de leucemia infantil (a partir de ciertos niveles de exposición)…aunque no se han identificado mecanismos ni hay apoyo de estudios que explique este resultado” “Los estudios -continúa- no muestran un riesgo mayor de tumores de cerebro o cánceres de la región de la cabeza o cuello, aunque permanece abierta la posibilidad de una asociación con neuromas acústicos”
Las evidencias no son lo suficientemente sólidas, entre otras cosas porque el uso generalizado del móvil es relativamente reciente. Pero a pesar de esto, se van recomendando medidas preventivas como el manos libres, utilizarlo cuando sea necesario y que la industria evite fomentar el uso prolongado con tácticas publicitarias.
Respecto a los niños sí que hay muchos estudios que manifiestan su preocupación, por considerarlos un colectivo más vulnerable, pues sus sistemas nerviosos están en formación y porque tendrán más años de vida expuestos a la radiación, aunque, como en el caso de los adultos, los estudios no confirman la relación móvil – cáncer.
Pero, ¿podrían tener algo que ver con otras patologías no tan drásticas como el cáncer? Aceptamos de buen grado que el agua es de mala calidad, que el aire está contaminado en exceso y que los alimentos contienen conservantes y otros aditivos sospechosos que nos hacen enfermar con cierta asiduidad. Sin embargo nadie admite que la radiación que soportamos es mucho más que excesiva, tal vez porque no la vemos, y que puede estar dañándonos lentamente en silencio. Para tranquilizarte, dicen que una radiografía es miles de veces más peligrosa que el móvil, pero ¿cuántos segundos a lo largo de su vida se expone usted a un aparato de rayos X? ¿Cinco? ¿Seis? Y, ¿cuántos años se expone a la radiación del resto de emisores? ¿Cincuenta? ¿Sesenta? Pues eso. Saque usted la cuenta.
¿A quién creer? Todo en exceso es malo y esto no va a ser la excepción que confirme la regla. Yo creo que no fuimos puestos en este planeta para ser bombardeados gratuitamente por tantas radiaciones artificiales. ¿Y usted?

Este comentario fue publicado en el diario La Verdad, de Murcia, el 12-1-18.

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