La España póstuma

Escrito por 23 febrero 2018 0 0

Ha fallecido Antonio Fraguas, “Forges”.

Desde todos los ámbitos de la sociedad: políticos, deportivos, periodísticos, radio, televisión, etc. se afanan por reconocer y alabar su figura. Se esfuerzan para encontrar un titular distinto a los demás destacando su ternura, su sabiduría, su ingenio, su dominio del lenguaje, su facilidad para crear nuevas palabras: muslamen, bocata, molestófono, etc. Una gran persona, cariñosa, digna de admiración, imprescindible para entender la evolución política del país a través de sus inolvidables personajes. Una leyenda llena de valores que supo defender con su crítica ácida los valores democráticos. Supo retratarnos como sociedad, identificándose con colectivos desfavorecidos. Superaba como ser humano a la persona pública. No fue un hombre neutral, siempre tomaba posición. Disfrutaba con lo que hacía y se reía de sus propias viñetas. Capaz de dar una charla sobre tauromaquia sin tener idea de toros. Sabía discernir entre el humor y las salidas de pata de banco. No quería calles ni homenajes, algo inevitable en la España nuestra. Estoy de acuerdo con el reconocimiento  de todas estas y más cualidades.

Pero, ¿por qué ahora? ¿Por qué esperamos a que nuestros mejores hombres y mujeres mueran para ir a la hemeroteca, rescatar cuñas de radio, programas de televisión, hacer entrevistas a sus amigos para que nos den su opinión,…?

La televisión nos tiene aborregados, machacados hasta el punto de anestesiarnos, hastiados con sus informativos, debates, tertulias y programas con el monotema catalán, ya he perdido la cuenta de cuántos años, reforzado con los abusos sexuales, la corrupción y el fútbol. Alguna noticia sensacionalista tipo “El Caso” y El tiempo. Fin. Da igual la cadena que elijas. Hay quien dijo: “Hay que ver qué daño le está haciendo tal cadena de televisión a la basura”. No cito el nombre. Qué más da. Lo pueden imaginar. Aunque cuesta, pues van casi todas en la misma línea.

Se les olvida ensalzar a nuestros genios en vida, que los hay, pero están en otras cosas. Afortunadamente, él ha tenido el reconocimiento de todos antes de morir. Alguna cadena hace un tímido intento, pero a partir de las doce de la noche. Se ve que no son programas rentables. Seguro que lo es más una tertulia con una decena de  «llevavidas» (salvada la diferencia, a mí también me gusta inventar palabras) cuyo mérito está en no haber pisado la Universidad ni Facultad alguna, ni haber dado un palo al agua en su vida.

Verán como, aunque no quería, le dan a D. Antonio la medalla al Mérito Tal, le hacer Doctor Honoris Causa de alguna Universidad, el Princesa de Asturias de la Concordia o le hacen Hijo Predilecto o Adoptivo de aquí o allá. Y no lo digo porque no merezca esto y mucho más sino porque, una vez más, ya es tarde.

España no puede faltar a su tradición de entregar medallas a título póstumo.

Este comentario fue publicado en el diario La Verdad, de Murcia el 27-2-18.

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