Científicos de la Universidad Autónoma de al-Jucer (Murcia) han inventado una aplicación para móviles que han dado en llamar: El lenguómetro. Ha sido pensada, especialmente, para políticos, cargos religiosos, periodistas, tertulianos y comunicadores en general.
La aplicación avisa al usuario cuando éste va a decir algo incorrecto, normalmente la verdad pura y cruda de lo que se dice, emitiendo un pitido y encendiéndose una serie de leds que van del rojo al amarillo, dependiendo de lo incorrecto del pensamiento, a la vez que te ofrece un menú de expresiones correctas.
Así, por ejemplo, cuando un ministro va a decir que entre los miles de refugiados se pueden esconder terroristas, el leguómetro le emite un pitido y el menú le ofrece alternativas: omitir terroristas, sustituir por buena gente con pensamiento diferente. Cuando un alto cargo de la Iglesia va a decir que no todos los que vienen son trigo limpio, la aplicación se dispara y el menú le da soluciones parecidas a las anteriores. Si un delegado del gobierno piensa decir que 200 negros han intentado saltar la valla de Melilla, el lenguómetro pita y le sugiere: omitir negros, sustituir por subsaharianos. Si un periodista piensa decir que un policía energúmeno ha matado a un chico negro, el menú le dice: omitir negro, sustituir por afroamericano. Si se produce una reyerta entre gitanos con resultado de muerte de alguno, al periodista que va a dar la noticia el lenguómetro le pitará y el menú le dirá: omitir entre gitanos, sustituir por entre miembros de minorías étnicas. Si la policía hace una redada de putas en el barrio, la portavoz deberá decir que se han detenido a 14 trabajadoras del sexo. Y así un largo etcétera: federalismo asimétrico, violencia de género, segmento lúdico…
Porque esta nueva verborrea, más propia de la pedantería lingüística del siglo XIX que del XXI, se produce porque la gente que la recibe no sabe discernir entre lo que se dice y lo que se quiere decir. Decir a un negro que es negro no tiene por qué ser insultante, como a mí no me insulta un negro si dice que soy blanco, como tampoco insultas a un gitano cuando le dices que es gitano, como él no me insulta a mí cuando me llama payo, porque lo importante no es lo que dices sino cómo lo dices y aquí es donde entra en juego la inteligencia, tan escasa en estos tiempos que corren. Visiten la Semana Santa sevillana y escuchen cómo llaman a la Macarena los devotos sevillanos, porque lo importante no es el qué sino el cómo.
Así que vamos a dejarnos de compañeros y compañeras, vascos y vascas, alumnos y alumnas y no inventemos razas nuevas por si nos acusan de racistas cuando llamamos, con educación y respeto, a las cosas por su nombre.
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