Últimamente, cuando estos chicos llegan al poder se hacen acompañar de una noticia de calado nacional e internacional, espectacular, para que veamos que por fin ha llegado la salvación, el remedio a todos nuestros males. Zapatero trayéndose las tropas de Irak y Sánchez un barco con 630 emigrantes que se encontraba a mil quinientos kilómetros de nuestras costas, anunciado a bombo y platillo.
Las encuestas se dispararon al alza en pocos días ante la decisión del nuevo mesías. Y días después lo que se dispararon fueron el número de pateras, los viajes del barco de salvamento y el asalto a la valla de Ceuta. “Hemos venido a pasar. No os haremos daño si os apartáis” dijeron a la G. Civil, afirma un portavoz de los asaltantes. Pero la causa no es el efecto llamada porque, amigo lector, lo que hay, ahora que gobiernan ellos, es un efecto salida. Estos arreglan las cosas cambiándoles el nombre. Además, dirán ellos, el mar está en calma, es lo normal en el verano, y hasta habrá quién lo achacará al eclipse de luna. Otros dicen que es un problema de Europa, -véase lo preocupados que están suecos o daneses con el tema-, como si Europa fuese un hada madrina que se instala en el estrecho y ya no pasa nadie, o soluciona los problemas de los que vienen. Pero la verdad es, y las matemáticas son así de crueles, que desde aquella decisión hasta hoy, una media de 300 emigrantes diarios llegan, recogidos o por las bravas, a territorio español.
Y, ¿qué hacemos? ¿Mandamos dinero a sus países de origen para que monten fábricas y trabajen allí? Y, ¿van a trabajar sabiendo que hay lugares donde puedes vivir sin hacerlo? ¿Les damos dinero a los gobernantes para que se abran una buena cuenta en Suiza y sigan manteniendo a sus súbditos en la extrema pobreza, aunque no los dejen salir del país? Difícil, ya lo sé y más para un aprendiz como yo.
Y como todo está dicho por gente solvente, yo voy a hacer de portavoz de mi amigo ficticio el jefe de las mafias de ultramar: “Quiero dar las gracias al señor Sánchez del gobierno de España y a las ONGs que hacen de eslabón necesario, porque gracias a las imágenes transmitidas por la televisión local e internet he podido convencer a miles de indecisos que no se atrevían a subir a las pateras. Han comprobado lo bien que los atienden y hasta salen en la televisión».
Ahora nos hemos enterado que hay unos 40.000 subsaharianos esperando para cruzar la frontera. Si la llegada de estos 40.000 fuera la solución y se acabaran las injusticias, las guerras, las persecuciones étnicas o religiosas, las hambrunas, el maltrato a la mujer, el abuso de poder, la pobreza, la incultura, etc. en el mundo, yo mismo me traería a uno de ellos. Pero facilitando el paso a esos pronto habrá otros 50.000 y después otros 100.000. Un país con dos millones y medio de parados y una deuda de más del 100% del PIB tiene que ser solidario con cabeza.
Este comentario fue publicado en el diario La Verdad, de Murcia, el 2-8-2.018
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