Durante más de diez años entrené a un equipo que en cuatro ocasiones representó a la Región de Murcia en el Campeonato de España. Un día el patrocinador nos invitó a cenar y en su discurso final aconsejaba a los jugadores que estudiaran para formarse para el mañana y sobre todo que leyeran mucho porque “el pulimento que dan los libros no lo da el dinero”.
Recientemente, no hay día que no nos llevemos un sobresalto nuevo. Parece ser que ahora decir barbaridades sobre los judíos, las víctimas del terrorismo, los cristianos, … son bromas de juventud; entrar en una iglesia o en el Congreso de los Diputados medio desnudos, son formas de expresión que hay que respetar y la guinda la ha puesto la poetisa catalana con su poesía guarra, carente de rima y de gracia, declamada entre miradas furtivas a la libreta donde la llevaba escrita, basada en el Padre Nuestro.
Pero la cosa se agrava cuando algunos líderes de la política actual, que se supone que han leído y deberían tener ese “pulimento que dan los libros”, justifican estas actitudes y se solidarizan con sus autores y los animan a continuar en esa línea, amparándose en la manida libertad de expresión. Les recomiendo que lean la fábula de Iriarte que da título a este comentario: tiene rima, tiene gracia y, a lo mejor, les hace reflexionar a los unos y a los otros.
Y es que lo que está pasando no es problema de izquierdas o de derechas, ni de si se hubieran atrevido a hacerlo en una mezquita o atacado al Islam, es cuestión de buen gusto, estética, educación, sentido común, responsabilidad, respeto a las normas básicas de convivencia, aquellas que nos enseñaban día a día nuestros mayores y que por lo que se está viendo, algunos no aprenden por mucho que lean. Están leídos, pero les falta el pulimento.
Creo que va con la persona. Tiene que venir de fábrica.
febrero 19, 2016
Muy bien Juan, hay que llamarle a las cosas por su nombre y además hacerlo de una forma clara y elegante como tú lo haces. Ánimo y adelante