Pensaba que esto de la Nueva Normalidad sería una forma coloquial de llamar a un tiempo de incertidumbre que se abre ante nosotros y cuya duración desconocemos, pero no. Hay un Plan, todo un Plan para llegar a la Nueva Normalidad. El decreto ley la nombra así hasta en ocho ocasiones.
Nada nuevo se puede calificar como normal hasta que no se comprueba que está dentro de los parámetros que definen a un hecho como tal. Ya saben, estar en la parte central de la campana de Gauss. La RAE define normalidad como “Cualidad o condición de normal” es decir, “Que se halla en su estado natural. Habitual, ordinario. Que sirve de norma o regla. Que, por su naturaleza, forma o magnitud, se ajusta a ciertas normas fijadas de antemano”, nada parecido a lo que nos espera. Una nueva situación, un nuevo estilo de vida, una nueva forma de vivir, o nuevos tiempos lo habría definido mejor. Cito dos sugerencias en masculino y dos en femenino por aquello de la igualdad.
Después de cien días de confinamiento total y desescaladas progresivas, estrenamos Nueva Normalidad, con mayúsculas, como si de una nueva Edad se tratara.
Se puede viajar entre comunidades, como antes. Los turistas vienen de sus países sin hacerse pruebas por si están infestados, como antes. Podemos viajar al extranjero, como antes. Habrá 17 criterios distintos para enfocar los mimos problemas, como antes. Se seguirán juzgando casos de corrupción, como antes. Seguirán los casos de violencia de género, como antes. Puedes ir a los bares, como antes. Los niños pueden ir a los jardines, como antes. Puedes ir a campamentos y escuelas de verano, como antes. Te puedes casar y celebrarlo a lo grande, como antes. Puedes hacer botellones y dejar el suelo hecho un bancal, como antes. Puedes entrar en el país ilegalmente, como antes. Puedes ocupar la vivienda de otro, que no te va a pasar nada, como antes. Y cientos de cosas más, como antes.
¿Qué es lo que no será como antes? Pues tienes que estornudar o toser en el codo, lavarte las manos frecuentemente, guardar una distancia de seguridad de metro y medio y usar mascarilla.
Para toser o estornudar, lavarte las manos o guardar una distancia de seguridad no hace falta decretar un estado de alarma y estar cien días encerrados. Lo podemos hacer de un día para otro. ¿Qué es lo que no podíamos hacer de un día para otro? Usar mascarillas, porque no había cuarenta millones de mascarillas para usar cada día. Por eso al principio no eran necesarias, ni convenientes e incluso perjudiciales.
Así que, particulares y colectivos que están denunciando a los políticos por homicidio imprudente, no insistan más, pues las culpables de los más de cuarenta mil muertos, y los que quedan, de la ruina del país y de todo lo que nos queda por padecer son: las mascarillas.
Si vencemos al virus será porque se irá como vino, como hizo el de la gripe de 1.918, porque si esperan que lo echemos con nuestro comportamiento cívico, tengan cerca una silla.
Este comentario fue publicado en el diario La Verdad, de Murcia, el 3-7-2.020
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