Políticos y Mujer.

Escrito por 18 marzo 2016 0 2

Como en años anteriores, el pasado día 8 tuvo lugar una serie de actos de homenaje a la Mujer Trabajadora (como si hubiese una que no lo fuera).

Los políticos se pusieron en primera línea, buscando su minuto de gloria, y, cada uno a su manera,  fueron utilizando a la mujer en su propio beneficio: unos repartiendo una plaquita por aquí, una medallita por allá, florecitas y el consabido discurso alabando la abnegación de doña Pepita que durante toda su vida trabajó incansablemente sirviendo a los demás sin esperar recompensas a cambio. (En ocasiones, el que da el discurso ni se sonroja ni repara en que él lleva toda su vida sin dar un palo al agua y que si hace algo es esperando algo a cambio. Pero tiene que haber gente para todo).  A otros les da por ponerle faldas a los semáforos. Ahora que la mujer por comodidad, por moda o por lo que ella quiera, ha cambiado la falda por los pantalones vienen estos a asignarles la falda como muestra de identidad. Si la idea hubiera sido de  “los otros” seguro que la habrían tildado de machista. Y los que, como siempre, se quieren quedar con las diez de últimas montando algún circo fuera de lugar, prestan sus rostros, presuntamente masculinos, a la cartelería conmemorativa y se incluyen como una mujer más. Todo muy feminista, muy igualista, muy paritarista y muy bonito. Al año que viene, por estas fechas, volverán a acordarse de la mujer.

Pero, unos días antes, ¿dónde estaban todos ellos: las feministas, las progresistas y los hombres del Congreso (que digo yo que alguno de los 210 se vestirá por los pies) cuando el líder del primer partido emergente insultó desde la tribuna a una diputada del partido en el Gobierno? ¿Es que no es mujer o es que no es trabajadora? ¿Cómo es que nadie pegó un salto de su asiento y abandonó el hemiciclo y no volvieron hasta que abandonara la tribuna el orador y se disculpara? ¿Cómo es que el Presidente del Congreso lo permitió?

El Reglamento del Congreso, redactado en el 82,  no sanciona conductas de este tipo, (todo lo deja en un tímido “…respetar el orden, la cortesía y la disciplina parlamentaria”), en parte, creo yo, porque entonces nadie pensaba que llegaría el día en que los congresistas pudieran ir a la sede de la soberanía popular en mangas de camisa con los faldones fuera y mucho menos que se insultara a una mujer. ¡Aquellos machistas!

Rectificar y adecuar este Reglamento sí que sería un buen comienzo y un gran homenaje a la Mujer.

El Capitán Alatriste estará removiéndose en su tumba.

Este comentario fue publicado en el diario La Verdad de Murcia el día 20 de marzo de 2.016

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