Ya tenemos al culpable de los males que nos aquejan recientemente: el cambio climático.
Que España arde por los cuatro costados devastando miles de hectáreas con sus animales, viviendas y alguna vida humana, superando récords históricos: según el presidente Sánchez, la culpa es del cambio climático. Para otros, los culpables de tanta voracidad y dificultad de su control fueron los que plantaron los árboles, que plantaron muchos. Las entidades municipales, regionales o nacionales que no cumplen con sus labores de limpieza en invierno, que no invierten en más medios aéreos, etc. son inocentes.
Que ahora lloverá y el agua reclamará lo suyo inundando y llevándose por delante todo lo que el hombre ha dejado en su camino: vehículos, mobiliario urbano, viviendas, arbolado, etc. ya saben: la culpa es del cambio climático. Las entidades municipales, regionales o nacionales que tienen competencias en urbanismo, agricultura, infraestructuras… son inocentes.
Que los embalses están al 35% y un año más empezamos a hablar de restricciones para riego y consumo humano: la culpa es del cambio climático. Las entidades mencionadas que no han trasvasado agua a las cuencas necesitadas y evitado que toda el agua de lluvia vaya directamente al mar, que no han construido más embalses, lagos artificiales, tanques de tormenta, etc. inocentes también. (Note el lector que no menciono la palabra “pantano”, que está a las puertas de su desaparición del diccionario de la RAE, cuando entre en vigor la Ley de Memoria Democrática, por su vinculación con el franquismo)
Que este año han muerto más de dos mil personas por golpe de calor: culpable el cambio climático. Las entidades mencionadas que no han legislado para prohibir (ese verbo que tanto les gusta) que haya obreros trabajando al sol por encima de 30, 32, 35 o la cifra que estimen los científicos o los médicos, ésos son inocentes también.
Nada cambiará. Tenemos un culpable.
Este comentario fue publicado en el diario La Verdad, de Murcia, el 20-8-22
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