Cada vez que habla el rey, todos estos pequeñines insatisfechos, paladines de la libertad de expresión, demócratas puros de corazón con el pasado tan limpio como el palo del gallinero, se lanzan a su acoso y derribo.
Unos se apoyan en la mala gestión, al final de su trayectoria, del rey emérito y otros en su ilegitimidad por no haber pasado por las urnas. Y es que parece mentira que, siendo abogados, profesores de universidad y similares, tengan tan mala cabeza y tan mala boca.
Respecto a la ilegitimidad, creo recordar que en diciembre de 1978 hubo un referéndum en el que casi un 92 por ciento de los votantes dijeron sí a la Constitución, un 8 por ciento dijo no, y en el artículo 1.3 se establece que la forma política del Estado español es la Monarquía parlamentaria, y es sabido que la Monarquía necesita un monarca, que el cargo es hereditario y no le hace falta pasar por las urnas. Para este grupo de odiadores ministros, directores generales, subsecretarios, miembros del Constitucional, Mesas de Congreso y Senado, Consejo de Estado y un largo etcétera serían ilegítimos pues ninguno ha llegado al cargo pasando por las urnas.
Otros dicen que es una institución obsoleta, que tiene que adaptarse a los tiempos, que el rey acepte la realidad de las naciones, que diga que hay que modificar lo de su inviolabilidad y otros detalles, pero que no hable sobre Cataluña o el gasto en Defensa. Vamos, que hable de lo que estos enanitos (en votos) quieran. Puestos a abrir melones, hablemos del cupo vasco y las autonomías que también están en la Constitución y son obsoletas y deben adaptarse a los tiempos.
No te acerques que me tiznas, dijo la sartén al cazo.
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